Quienes me conocen saben que mi
estación preferida del año es el otoño. Su melancolía intrínseca,
esa sensación que deja al saber que el verano pasó y que el
invierno se aproxima. Sus colores ocres, dorados y rojizos,
colores cálidos que contrastan con el frío tono
plomizo del cielo. El día que se acorta. Y el viento, que me limpia
el alma, se lleva lo malo volando lejos, y me hace desear más el
llegar al hogar. Y entre todo esto, también me gusta
por que por fin empiezan a apetecerme vinos tintos... y
dulces. La "castanyada" en Catalunya es la fecha en la cual
mucha gente, que nunca bebe vino dulce, aprovecha para permitirse
este azucarado capricho. Moscateles, garnachas, mistelas, etc... como
la tradición manda, yo también aproveché ese
día para abrir una botella de un vino dulce (aunque abro muchas al
año, este día es solo una excusa, válida como cualquier otra), que
tenía reservado hace un tiempo y por el cual sentía curiosidad. Un
viaje a la vecina Francia, donde otro fenómeno climático ayuda
mucho en hacer este vino posible; La niebla. No lejos de allí se
producen los vinos dulces más celebres del mundo. Aquí, a orillas
del Dordoña, en el corazón de Bergerac, late la
pequeña apellation de Saussignac. En esta pequeña región del
sudoeste francés solo pueden embotellarse bajo dicho
nombre vinos dulces, producidos por botritys o vendimia
tardía, como en su vecina Monbazillac. El resto de vinos aquí
elaborados se embotellan simplemente como Bergerac. Desde hace unos
años, la región esta viviendo un lento pero firme resurgimiento.
El Chateau Court-Les-Mûts es
uno de los elaboradores más interesantes de Saussignac. Propiedad de
la familia Sadoux, desde 1972 Pierre-Jean Sadoux conduce esta
bodega, convirtiéndola en uno de los estandartes de
la denominación, y junto a su hijo Pierre desde 1999, cosechan
numerosos premios y reconocimientos para sus vinos.
Yo tuve la oportunidad de
probar su Chateau Court-Les-Mûts Saussignac 1998. Elaborado con uvas
procedentes de viñas viejas, de más de 50 años. Semillion con algo
de muscadelle. Fermentación lenta, de 3 a 5 meses, dependiendo
la añada (no sé cuantos en este 1998). Crianza en barricas durante
15 meses. En 2012, uno de mis motivos para abrir esta botella, es que
ella también se encontraba en el otoño de su vida. como buen vino
dulce, tiene una gran capacidad de guarda, pero con sus 14 años a
cuestas, comienza a encontrarse fatigado. Su color dorado
anaranjado también me recuerda a esta estación. Aromas de miel de
azahar, dulce de membrillo, mermelada de naranja amarga. Frutas
confitadas, orejones, y un ligero y llamativo fondo húmedo, como de
setas. Pienso en estar en casa, al lado de la chimenea, con
estos dulces para mí tan típicos de esta estación (la mermelada de
naranjas amargas de mi abuela es inolvidable). Todo con una
sensación fresca, y adornada también con aromas de
esencia de vainilla. Una boca untuosa, que sorprende por su fluidez, una buena acidez,
aún viva, aunque como dije antes, tal vez algo fatigada. Es dulce,
sabe a miel, pero no empalaga, tiene un interesante equilibrio. El
final es persistente, largo, confirmando las notas de la nariz de miel y membrillo y naranja.
Delicioso con el foie que le
acompañó. (89/100)
Pocas veces tenemos la
oportunidad de dejar reposar en el tiempo estos dulces, para que
lleguen a este nivel de delicada madurez. Cuando lo hacemos, muchas
veces, nos pueden hipnotizar, sorprender, y simplemente podemos
disfrutarlos, a gusto en casa, mirando por la ventana el cielo
gris y las doradas hojas, cayendo suavemente.
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