martes, 27 de noviembre de 2012

Dulce de otoño

     Quienes me conocen saben que mi estación preferida del año es el otoño. Su melancolía intrínseca, esa sensación que deja al saber que el verano pasó y que el invierno se aproxima. Sus colores ocres, dorados y rojizos, colores cálidos  que contrastan con el frío tono plomizo del cielo. El día que se acorta. Y el viento, que me limpia el alma, se lleva lo malo volando lejos, y me hace desear más el llegar al hogar.  Y entre todo esto, también me gusta por que por fin empiezan a apetecerme vinos tintos... y dulces. La "castanyada" en Catalunya es la fecha en la cual mucha gente, que nunca bebe vino dulce, aprovecha para permitirse este azucarado capricho. Moscateles, garnachas, mistelas, etc... como la tradición manda, yo también aproveché ese día para abrir una botella de un vino dulce (aunque abro muchas al año, este día es solo una excusa, válida como cualquier otra), que tenía reservado hace un tiempo y por el cual sentía curiosidad. Un viaje a la vecina Francia, donde otro fenómeno climático ayuda mucho en hacer este vino posible; La niebla. No lejos de allí se producen los vinos dulces más celebres del mundo. Aquí, a orillas del Dordoña, en el corazón de Bergerac, late la pequeña apellation de Saussignac. En esta pequeña región del sudoeste francés solo pueden embotellarse bajo dicho nombre vinos dulces, producidos por botritys o vendimia tardía, como en su vecina Monbazillac. El resto de vinos aquí elaborados se embotellan simplemente como Bergerac. Desde hace unos años, la región esta viviendo un lento pero firme resurgimiento.
     El Chateau Court-Les-Mûts es uno de los elaboradores más interesantes de Saussignac. Propiedad de la familia Sadoux, desde 1972 Pierre-Jean Sadoux conduce esta bodega, convirtiéndola en uno de los estandartes de la denominación, y junto a su hijo Pierre desde 1999, cosechan numerosos premios y reconocimientos para sus vinos.
     Yo tuve la oportunidad de probar su Chateau Court-Les-Mûts Saussignac 1998. Elaborado con uvas procedentes de viñas viejas, de más de 50 años. Semillion con algo de muscadelle. Fermentación lenta, de 3 a 5 meses, dependiendo la añada (no sé cuantos en este 1998). Crianza en barricas durante 15 meses. En 2012, uno de mis motivos para abrir esta botella, es que ella también se encontraba en el otoño de su vida. como buen vino dulce, tiene una gran capacidad de guarda, pero con sus 14 años a cuestas, comienza a encontrarse fatigado. Su color dorado anaranjado también me recuerda a esta estación. Aromas de miel de azahar, dulce de membrillo, mermelada de naranja amarga. Frutas confitadas, orejones, y un ligero y llamativo fondo húmedo, como de setas. Pienso en estar en casa, al lado de la chimenea, con estos dulces para mí tan típicos de esta estación (la mermelada de naranjas amargas de mi abuela es inolvidable). Todo con una sensación fresca, y adornada también con aromas de esencia de vainilla. Una boca untuosa, que sorprende por su fluidez, una buena acidez, aún viva, aunque como dije antes, tal vez algo fatigada. Es dulce, sabe a miel, pero no empalaga, tiene un interesante equilibrio. El final es persistente, largo, confirmando las notas de la nariz de miel y membrillo y naranja. 
Delicioso con el foie que le acompañó. (89/100)
     Pocas veces tenemos la oportunidad de dejar reposar en el tiempo estos dulces, para que lleguen a este nivel de delicada madurez. Cuando lo hacemos, muchas veces, nos pueden hipnotizar, sorprender, y simplemente podemos disfrutarlos, a gusto en casa, mirando por la ventana el cielo gris y las doradas hojas, cayendo suavemente. 

sábado, 20 de octubre de 2012

¿Blancos del futuro? 4 Monos Albillo 2010.

     En el convulso panorama vinícola español actual, hay varias zonas y variedades que podemos considerar "emergentes". Hasta hace poco nadie reparaba en ellas, y hoy por hoy son realidades de éxito, algunas a nivel internacional. En realidad, tienen casi mas reconocimiento fuera que dentro de nuestras fronteras. Sobre todo destacan dos: Las garnachas provenientes de la Sierra de Gredos, y los tintos de Galicia, con sus abanico de variedades (Brancellao, Bastardo, Merenzao, Caiño y Loureiro tinto, Mencía, etc). Hoy a muchos aficionados les suenan nombres como Jiménez – Landi, Marañones, Algueira, Goliardo o Guímaro. La crítica nacional e internacional ya los encumbra como grandes vinos a descubrir.
     Mientras se produce esta revolución de tintos ligeros y fáciles de beber, a la vez que complejos y con mucha personalidad y expresión de terruño... ¿qué pasa con los blancos? Desde luego, ninguna zona o varietal goza de este reconocimiento mediático que beneficia a los mencionados anteriormente. ¿Pero hay algún blanco tesoro escondido, esperando ser descubierto? ¿o alguna novedad, como el tempranillo blanco en Rioja? El patrimonio de viñedos viejos de varietales blancos no es en España, ni por asomo, el mismo que de variedades tintas. Pero sí que, entre esas parcelas centenarias existía la tradición de tener uva blanca. En la ya mencionada Sierra de Gredos, entre las parcelas de viejas garnachas, hay viejas cepas de una variedad que se postula con un gran futuro para la elaboración de interesantísimos vinos. Me refiero a la Albillo.
     Se ha hablado de ella hace poco, que sí es la misma que en Manchuela (que no lo es), que si tiene algo que ver con el albillo de La Palma o con la de Almansa... La que nos ocupa es la Albillo Real. De racimos pequeños y brotación temprana. Resistente a plagas, y sensible a heladas. Y con la que 4 monos viticultores elabora este vino. 4 monos, 4 aventureros, David, David, Laura García y Javier García que se establecieron aquí y trabajan con viñedos viejos en Cadalso de los Vidrios. Uvas procedentes del Paraje Loncha de los Huertos, es su primera añada en blanco, hasta donde yo sé. Cultivado con preceptos de agricultura ecológica y vendimiado a mano. Criado en barricas de roble francés usadas, donde permaneció con sus lías 10 meses. Color amarillo intenso. La nariz también es bastante expresiva; Flores secas. Membrillo y chirimoya. algo de naranja. Anisados, miel de flores. Algún recuerdo de manzanilla. Tostados y vainillas que evidencian esos meses en barrica y lias. Y alguna nota mineral también. La boca es aún más interesante. Amplia, glicérica, seca. Es cálido, probablemente por sus 15 grados de alcohol, pudiendo dar una sensación algo golosa, pero con un punto mineral, salino. Tal vez es una locura, pero me recuerda a algún Chenin, aunque sin el mismo nervio. La acidez de este 4 monos en correcta, aunque su persistencia sí es muy destacable. Si en unos meses la barrica se integra un poco más, será todavía mejor.
     Muchos de los inquietos y dinámicos viticultores de la Sierra de Gredos ya están dando muestras de lo que la albillo es capaz. 4 monos es uno de ellos, que se le suma a los de Bernaveleva, Marañones o Jiménez-Landi. Cuando la experiencia se sume al indudable talento de todos ellos atesoran, yo creo que sí, que estaremos ante algunos de los futuros blancos más auténticos y característicos que, en España, cuando queramos salir de verdejos y albariños, podamos beber.
      De momento, a esté y a otros, ya los podemos disfrutar. Y mucho. (85/100)

miércoles, 29 de agosto de 2012

Sin palabras, sobran las palabras. Cata de vinos del Equipo Navazos


Parte 2

Si no has leído la parte 1, puedes hacerlo aquí: 

   Llegamos ahora a los vinos más misteriosos de Jerez, los Palos Cortados, con una novedad; La Bota 34 Palo Cortado “Pata de Gallina”. Procedente del almacenista Juan García Jarana, y afinado en una de las mejores bodegas de Jerez, Fernando de Castilla, este Palo cortado que procede de vinos oxidativos (olorosos) que eran muy glicéricos y amables, hasta tener cierta sensación de dulzor, los cuales se definen como “Pata de Gallina”. Sin ser, ni mucho menos, uno de los vinos mas viejos de la cata, creo que fue el gran triunfador de la misma, una gratísima sorpresa.  Es un vino muy profundo, con notas de café, frutos secos; nueces y avellanas, maderas nobles; cedro, barniz, tostados. Es complejo, rotundo, a la vez que amable, una verdadera caricia; cacao, caramelo, hasta after eight, piel de naranja, vainillas, y algo ahumado, que recuerda a turba, a un malta de Islay.
   Y la boca, de tacto glicérico, extremadamente cremoso, salino, con viva acidez, equilibrado, amplio y muy fácil de beber. Y confirma los recuerdos a malta de Islay. El alcohol, casi imperceptible,  y su integración, en sus alrededor de 25 años, sorprendente. Un vino muy agradable, con muchísima clase. Todo un seductor. (94/100)
   Nunca antes había tenido la oportunidad de probar la siguiente botella, La bota Nº 17. Si que conocía la Nº 6, que también era bota punta, pero aquella provenía de la bodega Gil Luque, y esta, en cambio, de una de mis casas preferidas en Jerez, Fernando de Castilla. Comparándola con aquella, la iguala en profundidad, pero es menos agresiva, es mas elegante y sutil... y comparándola con la 34, más compleja. Esta bota punta de la solera de 10 botas de palo cortado de Fernando de Castilla sí que es un vino de mayor edad, concentrado por ser precisamente esa bota punta... de color ámbar oscuro, su nariz es terriblemente intensa, a la vez que elegante, compleja, misteriosa; vainilla, muchos frutos secos; piel de avellana, almendras. La agitamos un poco en la copa. Frescor, que proviene de unas deliciosas notas cítricas, de piel de naranja. Mucha ebanistería, barnices y muebles viejos. Al beberlo, espléndido. Tiene un gran carácter y fuerza, mucho más que el sedoso paso de la Bota 34. Aquí hay mucho nervio, tensión. Es afilado y punzante, a la vez que pleno, elegante, complejo y equilibrado. Final de enorme persistencia. Un vino de reflexión y meditación, rotundo e intrigante, pero no agresivo, que invita a beberlo solo, en compañía de abstractos pensamientos. (96/100)
   Y por fin, a La bota de Oloroso viejísimo bota NO, nº 14. La Bestia parda. Para mí, antes de llegar a esta cata (y tal vez aún después de ella) es la joya máxima del Equipo Navazos, tal vez el mejor vino de Jerez que he probado nunca, y por ende, un absoluto clase mundial, difícilmente comparable. Procedente de una solera de Valdespino, del desaparecido Añada 1809, según cuentan, un vino en la línea de los monumentales Su Majestad o Toneles. Una bota donde algún antiguo capataz, sabiamente, escribió un NO, y que se mantuvo al margen, concentrándose, durante décadas. Del que se embotellaron 600 medias botellas... de color oscuro, confirmando su enorme vejez.  Por desgracia, como otros vinos de esta noche, también esta algo reducido... seguro que una leve decantación habría llevado al vino y a quien escribe a un estado superior... la nariz es impresionante. Las notas de acetaldehídos son características. Mucho barniz. Ebanistería, mueble viejo. Es como entrar en una carpintería cerrada desde hace 50 años. Una complejidad temible, difícilmente igualable. Tabaco. Muchísimos frutos secos. Alcanfor. Tostados. Y se esta abriendo... En boca, no tiene igual. Su potencia, brutal acidez, su elegancia, complejidad, frescor, profundidad, presencia, equilibrio, plenitud...muy seco, vibrante. Emocionante. Y como digo, todavía abriéndose. Le doy solo un 96 porque estaba algo reducida, y porque se qué nota debería darle cuando respire. Dejen esta botella abierta una semana, y comprobarán a que se hace referencia cuando se habla de un vino eterno. (96/100) 
   Seguíamos con el festival de vinos viejísimos, para ahora empezamos a dirigir nuestros pasos hacia el azúcar. Los cream nunca han sido mi tipo de vino preferido, lo he de confesar, salvo tal vez con la excepción del East India de Lustau. Cuando, hace unos años, caté por primera vez la bota de viejo Cream, me decepcionó un poco; pensaba que sería tan extraordinaria como otros vinos del proyecto, que me habían dejado sin habla, como el Nº 14. Pero no lo percibí así. ¡Que error había cometido en aquel entonces!!! Muchas veces se habla de las condiciones ideales para catar. En aquella ocasión no fueron las óptimas, y hoy lo veo claro. Tendría que haberme dado cuenta; Es un vino viejísimo. Procedente de una solera de Valdespino, y cabeceado con PX de calidad desde el origen de la solera, fundada hace casi 100 años. Bota punta, y a la vez, bota NO. La paciencia de esos capataces y la capacidad del Equipo Navazos para seleccionar la sacas tendrían que haberme obligado a volver a este vino hace tiempo. Porque para algunos, fue lo mejor de la cata…. Quitaba el aliento. Impresionante. Tan complejo…de color ambarino. La nariz tiene un definición impresionante, a la vez que caleidoscópica, variante, van saliendo las diferentes capas; currys, bazar hindú… podríamos estar un buen rato diseccionado su abanico de especias dulzonas. Azafrán. Barnices, maderas nobles. Profundo. Hay más. Tabaco, frutos secos (almendra amarga), iodo y un fondo salino… entremezclado con el dulzor típico del aporte del PX en el oloroso; dátiles, higos… una maravilla.
   La boca, como no podía ser de otra manera, está al nivel superlativo de la nariz. Entrada algo punzante, intensa, hasta picante, refleja su enorme vejez. El triangulo entre su magnífica acidez, el dulzor y el toque amargo lo elevan en un equilibrio de vértigo, que se sostiene sobre un fondo salino. Untuoso pero jamás pesado. La profundidad de un vino viejísimo con la amabilidad característica de lo que es un Cream. Redondo, se expande por toda la boca. Final de persistencia larguísima.
   Muy lejos del típico vino pensado para el mercado anglosajón, este Cream redefine el estilo en sí mismo, atravesando todo límite, y convirtiéndose en un vino trascendental, de meditación. Extraordinario. (97/100).
   El camino ha sido largo, y ahora por fin nos introducimos completamente en el reino del azúcar.  Y es hora de otra Bota mítica. La bota de PX “de Rojas” Nº 3. Proveniente de una selección de una de las mejores bodegas elaboradoras de PX, Pérez Barquero, en Montilla. La tradición de esta casa hace que no sorprenda el que haya sido elegido como tercer vino para embotellar dentro de esta incomparable selección. Encabezado sólo con alcohol vínico, sin la adicción de oloroso antes de su embotellado ni durante su crianza para refrescarlo, y con una edad superior a los 20 años, características que presagiaban su gran concentración. De color caoba oscuro, en copa ya es denso. Aromas marcados de pasas, cacao, muchos dátiles, café.... higos, y algún torrefacto. Caramelo. Además, un punto mas fresco, de mentolados, posiblemente After Eight. Complejo y muy agradable. En boca es evidentemente muy dulce y concentrado, viscoso, pero con un gran equilibrio, una muy buena acidez, que hace que nunca empalague. El final es obviamente larguísimo, dejando un marcado recuerdo de chocolate, e higos. Aunque denota su edad, el vino esta exactamente igual que cuando lo probé la primera vez, hace unos cinco años, dando la sensación de poder aguantar, para quien conserve una botella, muchísimos años. Un Pedro Ximénez  fantástico, profundo, pero para mí no llega al nivel estratosférico de la Bota NO nº  25  (92/100)
   El último vino era, tal vez, el más especial. Era una primicia, creo que todos lo probábamos por primera vez, aunque ya llevábamos tiempo escuchando hablar de él, porque era una verdadera rareza, y nunca antes habíamos visto uno embotellado. De hecho, un servidor tuvo que averiguar que era eso del “color” cuando me enteré que sería la siguiente bota, porque no tenía ni idea. Es La Bota de Dulce Color Nº 33. El vino de Color se elaboraba con mosto de palomino sin fermentar mezclado con arrope. Utilizado para modificar el color de los vinos durante la primera mitad del siglo XX, esta práctica cayó en desuso a partir de la década del 60. También se decía que un vino de color, criado en vasija durante muchos años, ganaba en complejidad y finura, por lo que algunas bodegas utilizaban un color viejo para sus vinos de mayor edad. Sin embargo, aún permanecen en ciertas bodegas algunas viejas botas de Color, que jamás llegaron a utilizarse para retocar vinos. Del almacenista Juan García Jarana el equipo Navazos embotelló este vino, calificado como dulce, por sus 190 g/l. y una gradación de 15%. De edad estimada cercana a los 80 años, era seguramente el vino más viejo de la cata. Al servirlo, Eduardo Ojeda ya nos advierte; “serviros solo un dedo de vino, no hace falta más”.  El color, precisamente, ya impresiona. Oscurísimo, y quedándose adherido al cristal de la copa. Parecía un arrope. Y su aroma invadía toda la sala... nos acercamos.. y vaya!! Nunca había catado algo así. El principal aroma es de azúcar caramelizado, requemado. Garrapiñada. Pasas y dátiles. Pero no es como un PX. Es algo distinto. 
Algarroba. Barniz. Y también mermelada. Tal vez algo de goma, o aceite de motor. Ahumado. Después de esa nota requemada, la que más me destaca es la de borra de café. Es muy potente, intenso y concentrado. Único. Desde luego, es un vino muy atípico, difícil, irrepetible. La boca también es difícil de definir; en este caso, el dulzor se equilibra no solo con la su buena acidez, si no también con un marcado amargor. ¿Volvían el caramelo y la borra de café en boca, combinados? Seguramente. No tan denso como se presumía. Se decía que los antiguos color eran rústicos y difíciles de beber. La concentración de esta Bota Nº 33, su rusticidad, hacían que no fuera un vino para cualquiera, con un recuerdo hasta tánico. Pero a la vez su edad le confiere cierta elegancia. De brutal persistencia, se queda en boca esa nota de caramelo que recuerda a un arrope. Aunque no es el mejor vino del Equipo Navazos, por su singularidad, representante de un estilo perdido en el tiempo, por ser una pieza única, por su vejez y concentración, también es una bota esencial. (91/100)



Y así llegamos al fin de la cata. Saludos, apretones de manos, comentarios, impresiones, y despedidas. En el camino de vuelta a casa, mientras reviso mis notas, pienso en el global de lo que acabo de disfrutar. He apuntado puntuaciones de 97,96. ¿Qué vinos, y cuanto hay que pagar, para disfrutar de una selección semejante? Es difícil de decir.  Ha sido una noche mágica. Y reflexiono: ¿Cuánto han influido en la actual manera en que se perciben los vinos del Marco las selecciones del Equipo Navazos? No ha sido solo su proverbial ojo a la hora de seleccionar botas. Ahí está su capacidad de transmitir su pasión, su manera de crear expectación por cada nuevo vino, sus estándares de calidad, que en casos como en el del Viejo Cream tal vez nunca se habían alcanzado. Creo que han logrado hacer que los vinos del Marco sean mejores, y sobre todo, los han acercado como nadie ha una mayor cantidad de público. Al final, ese es su gran mérito, no solo embotellar grandiosos vinos, sino que, por fin, bajo el cobijo de su selección, seamos muchos más los que podamos disfrutarlos.  

lunes, 11 de junio de 2012

Albet I Noya 3 Macabeus 2011

Desde la reciente creación de este blog, mi objetivo ha sido hablar de los vinos que me emocionan, de aquellos que me transmiten una vibración especial, que sincroniza con la de mi ser. Y esos son muchas veces, grandes vinos. Pero también hay vinos que son de puro disfrute, sin tantas pretensiones, que se expresan con franqueza y sencillez, y en muchos casos, son los que sostienen en lo económico a aquellos vinos de emoción. Hablo de  vinos para beber. De vinos que me gustan mucho. Y sobre los que también quiero escribir.       
            Hablar de Albet i Noya es hablar de por supuesto de agricultura ecológica. Y eso es hablar de respeto y amor por la tierra. Josep Maria Albet entendió ese casi antes que nadie, como mimar el terruño en el que su familia llevaba 4 generaciones. En el Penedès, el la zona conocida como Costers d’Ordal, tres viñas de macabeo dan origen a este vino. Viñas de alrededor de 50 años, en vaso, y que solo mencionan con el comercial nombre de “viñas viejas”, pequeñito, en la contraetiqueta. La que, por cierto, aún habla de las características de la añada 2008, pequeño fallo a corregir. Tres viñas que dan ahora lo mejor de sí, en su madurez. Históricamente se utilizaron para la elaboración de cavas, pero, justamente por su expresión, se decidieron embotellar así, como son, sin que una segunda fermentación cambie su carácter. Raíces casi medio siglo que se hunden en un suelo argilo – calcáreo rico en magnesio, que aporta frescura y mineralidad. Bajos rendimientos, respetando lo que da la naturaleza.  Maceración en frío y fermentación lenta, con levaduras autóctonas, y a baja temperatura.
            La expresión pura de un suelo, un clima, una añada y una variedad. Sin maquillajes. Color pajizo. Nariz frutal, intensa, tan típicamente varietal, de manzana verde. Franco, fácil. Peras y algún cítrico. La discreta mineralidad de l’Ordal. Hierba fresca, y algo de hierbas de monte e hinojo. Una boca con un carbónico aún vivo, y excelente acidez.  Sensación de volumen. Fantástica persistencia, magra y ligeramente amarga, gastronómica, para estos meses de calor que se aproximan.
            Un blanco para explicar lo que la macabeo debe ser, sin artificios, con una excelente relación calidad - precio. Un vino honesto. 85/100

domingo, 3 de junio de 2012

Sin palabras, sobran las palabras. Cata de vinos del Equipo Navazos


Prólogo a la parte 1

En estos pocos meses y posts que llevo escribiendo en este blog, desde luego ya voy aprendiendo cosas. O al menos intentándolo. Una de esas cosas es que, no siempre, la manera en la que uno quiere transmitir es la esperada por el receptor. Y entonces, aunque uno ponga todo su énfasis, el mensaje llega distorsionado, o directamente se pierde en el camino. Creo que eso podía ocurrir fácilmente con posts como los que escribo dedicados a catas. No encuentro la manera de sentirme satisfecho con versiones muy resumidas, porque a veces tengo tanto que decir de vinos que me emocionan... ¡Es que ese es el motivo por el que tengo un blog!! Y desde luego, la sintaxis no es mi fuerte. Así que de momento, la primera solución que he encontrado es fraccionar los posts en partes. Entendiendo que para muchos la cantidad de líneas que despliego para una crónica de este estilo son más de las que tolerarían para en blog, y supera el tiempo que desean dedicarle; espero que unas entregas diseccionadas, parciales, faciliten su lectura y sean más amenas, aunque no expresen de una vez la totalidad del contenido que deseo transmitir. Sí alguno quiere dejar alguna opinión o comentario, siempre son bienvenidos. Y como justamente hablo de no extenderme, termino este prólogo... aquí.



Sin palabras, sobran las palabras.
Cata de vinos del Equipo Navazos

Decimos que algo nos ha dejado sin palabras cuando, por la sorpresa que nos produce, nos impide articular algo coherente. Y también, cuando algo, por sus características, supera nuestra capacidad de describirlo. Decimos que de algo sobran las palabras cuando ya esta todo dicho, cuando aquello que describimos no necesita presentación, o cuando su expresión es tan rotunda que cualquier descripción es redundante.
Así, aunque estos términos, sin y sobran, parecen casi antagónicos, ambos describen mis sensaciones a la hora de hablar de los vinos del Equipo Navazos.
Los hay que te dejan mudo, atónito, preguntándote si de verdad es posible eso que te estas bebiendo. Los hay que simplemente los acercas a la nariz, les das un sorbo, y no te queda más que sonreír, satisfecho. Y siempre es un sorpresa,  un placer, una satisfacción enorme, beber cualquiera de estas maravillas que tan sabiamente se escogen para etiquetar con el sencillo apelativo de “la Bota de”, y un número, y que dieron un soplo de aire fresco al marco de Jerez como no había tenido en años.
Junto a Jesús Barquín y Eduardo Ojeda, cuerpo y alma del Equipo Navazos, nos preparamos un grupo de afortunados y yo a catar algunas novedades, algunas clásicas, y algunas de las botas más míticas de la selección que ya va por el 34, y sigue...
Comenzamos por la última edición de su Manzanilla, Bota 32, procedente de una selección de 20 toneles de la casa sanluqueña Sánchez Ayala. Un vino de nariz punzante, compleja, muy salina, con notas de frutos secos, sobre todo pieles de avellanas tostadas, y unas sugerentes notas de flores secas y, añadiendo frescura, piel de limón. La boca, muy punzante, afilada y precisa, muy fresca, de gran acidez, salina y sabrosa, con una buena persistencia. La cata comienza con buen pie… (90/100)
Y entonces, sin más, el primer golpe de efecto. La bota de Manzanilla 4 “Las Cañas”, saca de enero de 2007. Una manzanilla con 5 años de botella. Una manzanilla de terruño, ya que las uvas proceden de la finca “Las Cañas”, que da nombre al vino, y que como la 32, procede de la bodega Sánchez Ayala. De color oro viejo, es un vino mucho más serio y profundo que el anterior. Ha madurado. Se aleja del vino de consumo desenfadado, y se aproxima al vino de meditación. Mucho yodo. Algas. Café. Tostados y coco, con su característica nota punzante algo domada. En boca es muy cremosa, fresca, aún muy viva y punzante, afilada. Todo el carácter de Sanlúcar, en un momento de extraordinaria evolución. (95/100)
Los primeros vinos que seleccionó el Equipo Navazos eran para un consumo propio, más allá de que sabían lo que tenían entre manos. Jesús comenta que cuando decidieron embotellar la primera Bota De,  ya sabían de varios vinos que embotellarían como las siguientes botas. Uno de ellos era un fino, de la jerezana Valdespino. Como el anterior, un auténtico vino de pago; La uva procede de la viña Macharnudo Alto, lo mejor de lo mejor, del extraordinario Pago Macharnudo. Una selección procedente de 9 botas, de las que se embotellaron en rama escasas 800 botellas. Un saca de junio de 2006. Un fino que tenía un promedio de 10 años, y por el que han pasado 6 en botella. Un vino de un amarillo intenso, casi dorado. De aromas intensos e infinitamente complejos. Maduros. Desde mantequilla y alcanfor, pasando por el cacao, el café y la bollería, muchas notas dadas por ese velo de flor que lo acompaño durante su estancia en barrica. Especiado, me da una curiosa nota de ¡pimentón dulce! Es atípica, cambiante, camaleónica. Un vino único. Alguno me dice que huele a queso azul… una boca redonda, ligera a la vez que untuosa, porque no hay sensación de pesadez, muy amplia… esta en un equilibrio simplemente mágico, con un final que busca la eternidad. Creo que a varios no les gustó, no era un vino fácil. Rompió esquemas. A mí me enamoró. (97/100) 
Jesús comenta que para él, solo los finos y manzanilla experimentan un cambio significativo con el tiempo en botella, mientras que el resto de vinos se mantienen mas o menos estables. Con estos 2 ejemplos, no quedaron dudas.
El siguiente era uno de los platos fuertes de la noche, uno de los vinos más legendarios de todos los que se han embotellado bajo la Etiqueta de La Bota de: Manzanilla Pasada Bota Punta Nº 20. En internet encontraréis todo tipo de alabanzas a este vino, que también era de mis preferidos, y que quería comparar con otros titanes esa noche. Pero por desgracia, no fue la gran noche de esta extraordinaria manzanilla pasada, ya que estaba algo cerrada, y seguramente con un poco de oxigenación, habría alcanzado el cielo, que es lo que recuerdo de ella. Y aun así, hablamos de un vino tan grande... de nariz indefiniblemente compleja, salina, iodada, hasta medicinal, un atisbo a salmuera bien asentada, a nueces, avellanas... es enorme, y sigue cambiando; curry, especias, cardamomo, flores secas. Huele a marismas. Beberla, de un pequeño sorbo, es adentrarse en su gran amplitud, su acidez desbocada, a la vez que un paladar untuoso, que acaricia, profundo, punzante, sabroso y salino, te transporta directamente la brisa del mar. Tan pleno y equilibrado, con un final simplemente eterno. Y eso sin abrirse del todo... en el Olimpo de su género. (95/100) 
  Sí antes os hable de vinos míticos, aquí nos enfrentábamos, ni más ni menos, al que dio origen a todo esto: La bota de amontillado nº1. Procedente también de las bodegas de Sánchez Ayala en Sanlúcar,  es la selección que estos apasionados del vino de Jerez hicieron de 65 botas para dar el pistoletazo de salida a su aventura. Pero si con la bota 20 hablé de un vino cerrado, aquí no puedo más que mentar la claustrofobia que se vive en el cuento de Poe homónimo a este vino. Cerradísimo, y muy lejos de lo que puede llegar a ser. Al final de la cata, notas salinas, herbáceas... pero la reducción y una nota de mueble viejo lo siguen dominando todo. La boca es punzante, de una fantástica frescura, algo salina, potente, sedosa, de brutal acidez a la vez que elegante y de persistente final. No daré puntuación a este vino, por que no le dimos tiempo de expresarse. La desgracia es lo difícil que será tener la oportunidad de probar otra botella de un vino que ni siquiera se comercializó, y del que se embotellaron 600 unidades...

  Y hasta aquí la primera parte. La semana próxima, si no hay ningún inconveniente, posteo la segunda parte.
Y aprovecho para agradecer, sobre todo,  a mi buen amigo Javier, que me facilitó las fotos de este post, sin las cuales no sería lo mismo y que esa noche yo no pude captar. 

martes, 24 de abril de 2012

LAPOLA 2009 o la frescura de Galicia


En el apartado de las clasificaciones y denominaciones de origen, es obvio decir que España y Francia tienen muchas diferencias. De todas ellas, que son muchas (y no quiero decir que un sistema sea mejor que otro) una es el hecho de “generalizar”. ¿A que me refiero con esto? Cuando un consumidor no experto, se acerca al vino francés, por ejemplo en una carta de vinos o en las estanterías de una tienda, siempre ve las mismas divisiones: Loira, Borgoña, Burdeos, Ródano, etc. Y estas grandes zonas no son denominaciones en sí, aunque se puede etiquetar simplemente como “Burgundy”, por ejemplo, a un vino básico. Las “denominaciones” (AOC) son Margaux o Pomerol en Burdeos, Hermitage y Châteauneuf du Pape en el Ródano, o Sancerre y Vouvray en el Loira, por citar algunos ejemplos. Quien conozca estos vinos sabe que tienen muchas diferencias entre sí, pero también mucho en común.
            Los ríos que serpentean a través de ellas son uno de sus principales nexos, geográficamente el más visible, pero los más importantes son siempre de clima y culturales. Y así, ese hipotético consumidor que quería un vino, puede tener una idea algo aproximada de lo que va a encontrar. Sabe que un Borgoña es ligero y delicado, en comparación con el robusto Burdeos.
            ¿Y a que viene toda esta perorata? Pues que desde hace mucho estoy convencido de que, si una generalización se puede hacer en España, si un grupo de denominaciones de origen pueden entenderse bajo un rótulo común, esos son los vinos de Galicia.
            En esta tierra se unen, en sus cinco denominaciones de origen, la influencia del atlántico, un gran patrimonio de variedades autóctonas, las abundante pluviometría, la identidad cultural de un pueblo, pero sobre todo, el gran hilo conductor, en los vinos, es la acidez. Esa acidez que se siente, viva, en todos los vinos gallegos. Esa acidez que hace de estas tierras, con diferencia, las de mayor tradición elaborando vinos blancos de España. Porque son las tierras de los Gerardo Méndez. De los José María Fonseca. De los Emilio Rojo. De los José Luis Mateo. Y de los muchos que se enamoraron de su paisaje, de ese verde que transmite inequívoco la fertilidad de sus suelos y su clima.

            ¿Y a que viene toda esta perorata para hablar de un vino? Porque es un gran vino. Gallego. Porque su frescura es su sello. Porque Dominio de Bibei es seguramente la bodega más dinámica y regular de la Ribeira Sacra. Porque esperan a sus vinos lo que casi nadie quiere o puede permitirse, para que no lleguen verdes al mercado. Y sobre todo, porque este Lapola 2009 me ha enamorado.
Muy superior, desde mi humilde punto de vista, ha todas las añadas anteriores que había probado. Embotellado preservando su pureza, sin filtrar, y por eso, brillante, aunque con alguna mínima turbidez. Su perfume no engaña, es frescura, es fiel a su tierra, empieza por algunas flores blancas, pomelo y algún que otro cítrico más. Peras, y manzanas golden. Hierbabuena. Mineral, probablemente pedernal, frío. Complejo, profundo. Con el tiempo aparecen las notas de una barrica exquisitamente integrada, mantequilla, nueces y ahumados. Se nota la presencia de las lías, y seguramente el paso por los huevos de cemento ayudan a que esa nota de barrica sea como tiene que ser; una nota más, que engrandece el conjunto.
Yo no se si es por que el 2009 fue mas cálido que los tres años anteriores (justamente las otras añadas que había probado) o porque este año el porcentaje de la variedad Dona Blanca (que para mí es uno de los tesoros autóctonos que ahora se redescubre en la región, y que aporta volumen, “gordura” a los vinos) es mayor que nunca, pero la boca es simplemente espectacular. Un equilibrio inusitado, una sensación cremosa, llevada en volandas por, lógicamente, esa acidez maravillosa, declaración telúrica al paladar del origen auténtico de este vino. Todas las fases de la boca están donde deben estar, una conjunción e integración envidiables. Incluido ese final, amargante, delicioso, casi indispensable como invitación indeclinable a la siguiente copa.     
La historia y la bibliografía marcó históricamente que España era tierra de grandes tintos. Pero, como ese Loira, atlántico, hoy podemos decir que en nuestra zona de mayor tradición de vinos blancos, donde también se vinifican tintos de gran frescura, se elaboran vinos de auténtica clase mundial. En Galicia. Que vengan, esos hipotéticos consumidores que mencione al principio, y prueben vinos como Lapola 2009. Pocas dudas quedaran. 93/100

viernes, 6 de abril de 2012

¿El mejor rosado del mundo?


   El Château de Selle Couer de Cuvee, elaborado por el Domaine Ott*, seguramente la casa mas prestigiosa de la Provence, se anuncia como “el mejor rosado del mundo”. Una sentencia desde luego osada y valiente, más refiriéndose a un producto tan cambiante y vivo como es un vino. Pero es que esté en particular se ha ganado un gran prestigio por su finura y complejidad. Por ser el rosado que desde la década del 30 se bebía en las mesas de la Costa Azul. Por ser para muchos el espejo en el que los vinos rosados se deberían mirar, el epitome del estilo, y todo lo que un rosado debería ser. 
 Estos antecedentes hacían que tuviese muchas expectativas por probarlo por primera vez, siendo como soy defensor y amante de este tipo de vino, y para que negarlo, de casi todos los estilos algo minoritarios y/o considerados de categoría “inferior”. Su estilizada y famosa botella, aunque muy vistosa, desde luego no me gusta mucho; casi siempre un envoltorio muy atractivo esconde un interior que no esta a la altura; y al fin y al cabo siempre es mas cara que una botella standard y por consiguiente perjudicará la relación calidad – precio del producto. Pero ¿que hay mas allá de estas reflexiones, de esta historia, de mis expectativas? Un vino elaborado con cabernet, garnacha, cinsault y syrah. Añada 2010. Proveniente de colinas con gran insolación y un suelo calcáreo de roca triturada, en pleno corazón de la Provence. Prensados muy delicados, crianza en barricas que duran entre 6 y 9 meses. Un color espléndido, rosado salmón, acerado, tan poco intenso que evoca a ciertos intentos de blanc de noirs. Aromas tan sutiles que hasta cuesta definirlos, empiezan algunas fresas ácidas, ciruelas amarillas, peras, y algo de flores blancas. Por su delicadeza, recuerda más a muchos blancos que a los típicos rosados frutales de merlot, cabernet o garnacha españoles. Después de habernos bebido mas de media botella, por fin empieza a decirnos algunas cosas; las típicas notas de albaricoques que dan muchos rosados franceses, y un delicioso y embriagador perfume de agua de rosas, muy marcado, sobre un fondo vegetal. Todo sostenido por esa sensación sutil, fría, de esa piedra silenciosa que es su origen. La boca me gusta más, acidez fría, buena untuosidad, el vino se pega en el paladar, para llegar a un final seco y amargante, que invita a otra copa. Desde luego, un compañero extraordinario para una plato ligero, en una vertiginosa terraza de color blanco nuclear, situado en la parte superior de un hotel de lujo, disfrutando de la vista del mediterráneo y de su sol sin igual. 
¿Y ahora? ¿Cumple el vino con su fama y leyenda? Para mí le falta intensidad aromática y algo de definición de esos aromas para considerarlo el mejor entre los rosados. Pero su versatilidad gastronómica, su complejidad, y una boca precisa y bien estructurada, hacen de esté un vino muy bueno y placentero. ¿Y el mejor del mundo? Yo no soy tan valiente como para decir cuál es. 86/100

lunes, 19 de marzo de 2012

Agustin Blazquez Palo Cortado Superior. Lo bueno, en frasco pequeño


   Hay un conocido refrán que reza: “todo lo bueno viene en frasco pequeño”. Desde luego, muchos sabrán que este axioma no se cumple del todo en el mundo del vino. Por una simple lógica física, los grandes formatos favorecen la crianza, ya que a mayor volumen de líquido menor porcentaje de aire. Pero a veces, esta ley no se cumple, y nos encontramos alguna agradable sorpresa...
   Buscando algunas botellas para una cata de Riojas blancos que pronto comentaré, encontré en una tienda de Cádiz un botellín que me llamó la atención. Por solo 3 euros, tenían un Agustin Blazquez Palo Cortado Superior de 5 centilitros. Por el mismo precio que una media copa un Monvínic, corrí el riesgo y lo compré.
   Agustin Blazquez, bodega hoy desaparecida, y su producción absorbida por Domecq, fue uno de los nombres mas destacados dentro de los vinos de Jerez, ademas de uno de mis preferidos. Es tal vez la bodega que más importancia dio a una costumbre prácticamente desaparecida en la zona, la de elaborar jereces de pago. Algunos de esos vinos de pago provenían del Pago de Macharnudo, hoy conocido gracias a las diferentes sacas de La Bota de Fino, el fantástico fino del Equipo Navazos.
   Para mí, la primera sorpresa, es que siendo un botellín tenía corcho, no como la mayoría que simplemente cierran mediante rosca. Otro punto de calidad para Blazquez. Servido, una copa, que al menos fue suficiente para compartirla. Dentro de la misma, magia. Probablemente embotellado en la década del 50 o 60, esa única copa que pudimos beber todavía tenía el color límpido, de un marrón brillante. Tanta complejidad atraviesa el tiempo hasta nosotros: ¿cuantos frutos secos conocéis? Este palo cortado más. Avellanas, nueces, almendras, especias mediterráneas; tomillo sobre todo. Punzante, ahumado, notas de caja de puros, y café molido. Ese escaso trago, grandioso. Acidez brutal, pero graso, algo “gordo”, recordando mucho mas a un oloroso que a un amontillado. Notas otra vez de tomillo, ahumadas y café con leche. Y la persistencia, eterna, como su recuerdo.
 
Por desgracia para todos, Agustin Blazquez ya no existe. Pero esos vinos de las mejores albarizas, las del Macharnudo Alto, mantienen su legado lejos del olvido. Quienes tengan aún la oportunidad de probarlo, no lo dudéis: es historia de Jerez,que aún vive, aunque sea en frasco pequeño. 95/100

jueves, 15 de marzo de 2012

Sassicaia 2000

Hace unos pocos días cayó en mis manos, gracias a un pequeño golpe de suerte y un buen amigo, una botella, de 375 centilitros para ser exactos, de uno de los teóricos grandes vinos de Italia, el pionero de Bolgheri, Sassicaia. Desde luego no me era ajeno el prestigio y la historia de este vino, un cupage de Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc. Pero desconocía completamente la añada. Y se me ocurrió consultar sobre la misma las críticas de Antonio Galloni, quien escribe en la web de Robert Parker. Su valoración era de 85 puntos. Antonio criticaba duramente todas las añadas de los noventa en esta casa, y este 2000 entre ellas. Decidí no esperar mucho y catarlo: de color algo atejado, pero aún con una capa alta, tal vez producto de una evolución prematura en la media botella. Nariz licorosa, de ciruelas en licor, pimienta verde típica del cabernet, café con leche, higos, o más bien pan de higos, algo de tomate y de cacao. Boca fresca, también típicamente tánica, sin ser espesa, un vino muy bien construido, sedoso, con un excelente punto de madurez. Retro balsámica y un final otra vez de ciruelas en licor. Gran persistencia de cacao amargo, muy fino. En síntesis: Sassicaia 2000 era un gran vino!
Esta foto esta extraída de la
web de VilaViniteca.com
Si uno entra comparativas, la puntuación en la web de Parker no se sostiene por ningún sitio, situando este vino por ejemplo, siete puntos por debajo del Pétalos del Bierzo 2007. Pero más allá de diferentes críticos y criterios, la reflexión la dirijo a las expectativas. Por un lado, mientras que Galloni está más que habituado a catar grandes vinos, uno solo de vez en cuando tiene la oportunidad de medirse a un titán. Además, nunca es igual catar un vino en una vertical, donde se analizan los detalles, donde se compara, a tenerlo en una mesa, como fue mi caso, y donde siempre se disfrutan más. Pero sobre todo, creo que lo importante es catar con objetividad y humildad. Sin dejarse impresionar por la etiqueta, sin olvidar que más allá del precio, estamos simplemente frente a una copa de vino. Y ahí es donde no hay que esperar nada, no existen añadas anteriores, u otras botellas; hay que analizar simplemente el contenido de la copa. A mí, Sassicaia 2000 me gustó. Y eso es lo que importa. Como dicen por ahí, la verdad está en la botella. 91/100

lunes, 5 de marzo de 2012

Noche de Burbujas: Mas Tinell


             Siempre he defendido la idea de que para conocer de verdad un vino, todo lo que puede decirnos y se esconde en su interior, inclusive a veces su capacidad de emocionarnos, se han de conocer a las personas que hay detrás de él. Por desgracia, no siempre es posible hacerlo. Hace una semana, por suerte, tuve la oportunidad de disfrutar de una de esas ocasiones. En este caso, la bodega era una de las que hay que tener en cuenta dentro del mundo del Cava: Mas Tinell. Las personas, Blanca y Olivia, enóloga y directora general, respectivamente, que nos transmitieron la filosofía detrás de sus vinos.
            Comenzamos con su blanco básico, el L’ALBA Blanc de Lluna 2010. Un vino muy correcto, fresco, de nariz atractiva, floral y afrutada, de media intensidad, y boca de buen equilibrio, en la gama de vinos iniciales del Penedès.
            Pasamos luego al Giselle, el Xarel·lo de la casa. Me confieso un enamorado de esta variedad, santo y seña de la denominación de origen, que se ha dado cuenta que, en tiempos en los cuales lo autentico y lo tradicional es moda, esta sutil casta es su mejor baza y su gran apuesta.
            Proveniente de un viñedo de 56 años, en vaso, en medio de un bosque, con uvas recogidas a mano. El vino fermenta en roble francés a temperatura controlada. En algunas barricas la temperatura es de 14º o 16º, y en otras de 12º, de las que luego se obtiene un cupage en el que se busca mas complejidad. Pasa un año en botella antes de salir al mercado. Y ahora, en la copa frente a nosotros, se expresa tímido, sutil a la vez que complejo. Aromas algo maduros, frutas con hueso, muchos anisados, mieles y alguna nota salina. Los tostados de la fermentación se notan, pero añaden una nota más al conjunto, sin imponerse a las demás, tal vez gracias a ese año de integración. Buena complejidad. Se abre lentamente, le va bien un poco de oxigenación, aparecen notas de talco, fruta blanca y flores blancas secas. En boca, cremoso, con volumen,  y buena acidez. Un más que interesante Xarel·lo, con mucha tipicidad varietal.
            Pero Mas Tinell es, sobre todo, una bodega de Cava. Y sobre el gran espumoso mediterráneo versaba el grueso de la cata, que continuaba por el caballito de batalla de la casa, el Brut Real. Cupage tradicional (Macabeo, Xarel.lo y Parellada), es un producto que se caracteriza por su amabilidad; es de verdad un producto para todos los gustos, y sobre todo, ideal como cava iniciatico. Se me ocurren pocos cavas mejores que éste para introducir a un neófito. De hecho, me comentan que funciona casi mejor fuera de Catalunya que dentro de esta. De buena intensidad aromática, muy floral, da pera, cítricos, con puntos herbáceos, de hinojo, y por supuesto bollería. Muy buena complejidad en su gama. La boca es su principal característica; Brut, pero de verdad, muy amable, sin ser dulce, pero con azúcar muy perceptible. La burbuja, bien integrada, redondea un cava muy interesante y agradable. Su ligereza y frescura lo hacen ideal para aperitivos y cócteles.
            El Brut Nature Real, aunque lleva un poco de chardonnay, tiene un perfil más típico de cava. De nariz más compleja, clásica, de bollería, mantequilla, manzana golden, flores blancas. En boca fresco, seco, equilibrado, con una burbuja bien integrada y marcada acidez.


            El Brut rose esta elaborado con 100 % trepat, es este caso proveniente de viñedos en la Conca de Barberà. De color más asalmonado del que tenía hace unos años, es la versión rosada del Brut Real. Nariz golosa, de fresas, frambuesas y y destacables lácticos. La boca es tambien muy amable, fresca, no tan goloso como podía percibirse en nariz pero aún así volviendo a dejar esas notas de frambuesas. Buen equilibrio, fácil y francamente disfrutable.
Seguimos por el Carpe Diem. Aquí el chardonnay si tiene un papel preponderante, alrededor del 40% del cupage final. Proviene de una parcela de 25 años. Como había ocurrido con el Giselle, se mostraba cerrado al principio. Algo reducido y volátil al comenzar, pero al agitar un poco la copa, tiene una expresión clásica, de flores secas, bollería y frutas blancas. Por desgracia, no se acabó de expresar con todo su potencial. En boca, fresco, equilibrado y mineral. El carácter mineral y algo salino se percibe en varios de sus productos, y proviene de sus parcelas en el Penedès central, con mucho contenido calcáreo.
            Y llegamos por fin al buque insignia de la casa, el Cristina. Normalmente, es un cava de un mínimo de 5 años en botella, con una parte del xarel·lo criado en barrica. Pero aquí fue donde la cata se volvió realmente especial. Blanca nos trajo, directamente de la bodega, antiguas reservas de la familia acabadas de degollar. Así, tuvimos la oportunidad de probar cavas de Mas Tinell con unas crianzas muchísimo mas largas de lo habitual, demostrándonos la capacidad de guarda que tienen los espumosos de esta casa. Todos los cavas estaban sin etiquetar, solo apuntado en la botella el año de embotellado, que es el posterior al de la cosecha. 


            El primero que catamos fue 2003, para mí con diferencia lo mejor de la noche. Un cava maduro, en la línea de los grandes, tal vez me recordaba un poco a un Mas Vía por su sensación de madurez. Manzana al horno, bollería, mantequilla, mucha complejidad, mieles, pan tostado. La boca es redonda, madura, equilibrada, algo vinosa y con el carbónico fantásticamente bien integrado. Una delicia, una vía que seguramente la bodega debería profundizar.
            El 2004 se mostraba mucho mas fresco, nariz también muy compleja, pero de hierbas, flores blancas secas, algo de fruta de hueso, mineral, y desde luego también bollería y mantequillas, que al fin y al cabo lleva unos 8 años en contacto con sus lías... boca de gran equilibrio, se muestra todavía joven. Muy buena persistencia.
            No probamos 2006, porque es la añada actual del mercado, así que pasamos a 2007, el próximo en comercializarse. Todavía esta joven, muy fresco, con notas mas verdes, pera y manzana verde. Aromas de levadura, también salino, calcáreo. Elegante. La boca es muy fresca, pero lógicamente el carbónico esta aún por acabar de integrar.
            2008,  todavía muy joven, apunta muy buenas maneras: pera, manzana ácida, flores blancas (acacia) marcadamente salino y mineral. De momento, muy bien delineado, muy nítido. Se puede ver en las fotos que cambia el modelo de la botella, un futuro cambio de imagen para esta gama que veremos en unos años. Y por cierto, apúntense este 2008, que si sigue por donde va, tiene un futuro brillante.
            Terminamos la noche con el dulce de la casa, El muscat Clos Sant Pau 2008. Proveniente de un “Clos” situado enfrente de la bodega, se vendimia tardíamente, a finales de septiembre y principios de octubre. La nariz es compleja, notas de miel, eucaliptus, piel de naranja, cítricos, flor de azahar, algo de melón maduro, con un punto algo tropical, y de mandarina. De trago que no empalaga, buena acidez, con un dulzor contenido, buen equilibrio, vuelve a sentirse la naranja y las flores. Buen final. Aunque no es un MR, es un muscat más que interesante, con un toque diferente.


            Aunque siempre había respetado a esta bodega, con esta cata comprobamos la calidad de sus productos, y sobre todo lo que mejor saben hacer, cavas con largas crianzas con los cuales se puede disfrutar muchísimo
            Y sobre todo agradecer muy especialmente a Olivia y a Blanca, de Mas Tinell, y a César, por fantástica oportunidad de compartir estos vinos.
            Salud!!.

domingo, 19 de febrero de 2012

Sacristía AB Manzanilla primera saca 2011. Tesoro Sanluqueño

Este blog, modesto cuaderno de viaje enológico, nació recientemente con la humilde ambición de permitirme expresar mi disfrute por los vinos que me emocionan, que descubro y que me transportan cada vez que puedo beberlos. Inevitablemente, ciertos estilos o zonas serán mas frecuentes que otras, ya que son los vinos que me transmiten verdadera pasión. Y entre ellos no puedo dejar de mencionar los vinos mas injustamente infravalorados a nivel mundial, de personalidad inimitable, que se encuentran entre los mejores del mundo: Los vinos de Jerez 
Antonio Barbadillo Mateos carga a sus espaldas con uno de los apellidos mas ilustres del marco. Sin embargo, hace tres años se desvinculó de la histórica bodega familiar, pero alguien tan relacionado con los vinos de Jerez como Antonio no podía mantenerse lejos de ese mundo. Y emprendió junto a su esposa y sus hijos un nuevo proyecto, que avala con su propia firma, SACRISTÍA AB (si observáis con atención, el logo en la etiqueta, con forma de barricas, forma las letra aB, y es diseño de su hijo). Con su amplio y apasionado conocimiento por los vinos de esta tierra, su idea es seleccionar las mejores barricas, de diferentes bodegas, a las que embotellaría bajo esta marca para sacarlas a la luz, algo parecido a lo que hace el Equipo Navazos. Tesoros escondidos de una zona con una tradición y estilo imposible de reproducir. Antonio, natural de Sanlúcar, no podía dar otro puntapié inicial al proyecto que no sea el del vino que más de cerca le toca: La Manzanilla. 

Esta en particular procede de la mítica bodega Sanluqueña Sánchez Ayala, de varias botas que Antonio seleccionó, con una edad media de entre ocho y diez años, decidiendo que porcentaje de cada una iría a parar a cada saca, con lo cual en cada una de las mismas se deja ver y sentir la mano, y sobre todo el gusto, de quien la firma.
El color de esta manzanilla es ligeramente turbio, prueba fiel de esa tendencia que de a poco se extiende en el actual resurgir de los vinos de gran calidad en Jerez, embotellar en rama, término que hace referencia al hecho de embotellar el vino tal cual sale de la bota, sin clarificados ni estabilizados u otros procesos. De reflejos ambarinos, dorado, en este caso si es oro lo que reluce; nariz compleja, intensa, punzante y rotunda; avellanas y multitud de frutos secos. Muy yodada y salina, a mi juicio su principal virtud, es como un soplo de aire de mar, me transporta a aquellas noches, pescando junto al puerto, en el atlántico... ebanistería, con una nota de barniz muy elegante. Tiza, con la que Antonio marcaba sus barricas preferidas, pero que proviene de esas albarizas maravillosas. Muy bien definida, con todos los elementos que tipifican lo que ha de ser una gran manzanilla.
            La boca es por el contrario muy sedosa y elegante, sorprende al ser muy sabrosa, untuosa, pero ligera, amplia, fresca y marcadamente salina, con un gran final, persistente, salino, algo amargante, de pieles de avellanas o almendras.  Catada solo con una tapita de  sardinillas, donde el aceite se fundía con la salinidad del vino,  en una amalgama mágica.
            En solo dos sacas, esta extraordinaria manzanilla Sacristía de Antonio Barbadillo ya se afianza en el Olimpo de los grandes vinos de Jerez. Esperamos ansiosos pues los siguientes pasos de este proyecto, seguro que muchas alegrías están por llegar. 94/100.

martes, 7 de febrero de 2012

Un paseo por la Borgoña, de la mano de Dujac


 El gélido tres de febrero de 2012 era la fecha señalada para la primera reunión del año de nuestro grupo de amigos para catar algunos buenos vinos, como hacemos desde hace un año.
 Siempre que se conforma un grupo de cata, entre amantes del vino, hay una temática que inevitablemente, tarde o temprano, se ha de materializar: Borgoñas Tintos. El amor que casi todos profesamos a esta región, así como el elevado precio de sus vinos, lo convierten en opción obligada. David, en este caso maestro de ceremonias y guía a través de este viaje, decidió acotar la temática; Buscar la diferencias entre las diferentes parcelas, y para aprender a diferenciarlas mejor, probar todos los vinos de la mano de un mismo elaborador. Y el elegido fue el Domaine Dujac.

 Acerca de Dujac, intentaré no extenderme demasiado, ya que como os dije hoy lo importante eran las parcelas. Dujac es un Domaine “joven” dentro de los estándares de la Borgoña, fundado en el 1967, cuando su propietario, Jacques Seysses, compró el Domaine Marcel Graillet, en  Morey-Saint-Denis, y le cambio el nombre a Dujac, “de Jacques” casi literalmente. Seysees ha llevado adelante su propiedad con una filosofía no siempre exenta de polémica; de sus practicas lo mas destacable es su poco intervensionismo (aunque lo hace cuando lo considera necesario), el uso de maderas nuevas y su vinificación con raspón. Los vinos mas destacados provienen precisamente de dos Grand Crus en su pueblo, Morey; Clos de La Roche y Clos Saint Denis. En los últimos tiempos, su hijo, Jeremy, va teniendo cada vez mas control sobre las elaboraciones, además de potenciar, desde 2001,  la conversión total de los viñedos propios a la agricultura orgánica. De todas formas, si queréis saber mas, os recomiendo el articulo de elmundovino sobre él:

http://elmundovino.elmundo.es/elmundovino/noticia.html?vi_seccion=5&vs_fecha=200506&vs_noticia=1120161054


 Volviendo a nuestro viaje, arropados de ese frío cortante que, desde mi punto de vista, no colaboraba nada en el estado de los vinos, David nos condujo, acertadísimamente, a nuestra primera parada.

CHAMBOLLE MUSIGNY 1er CRU LES GRUENCHERS 2008

  Digo que nos condujo, acertadamente, a este vino para empezar, por su destacable accesibilidad. Los vinos de Chambolle suelen ser sutiles y femeninos, y este no fue la excepción, aunque tal vez me hubiera preferido que, como muchas mujeres, además de sutil sea más misterios y reservado. La nariz es golosa, de grosellas y moras, violetas, pero con una madera nueva muy perceptible, en toques de vainilla y toffe. Es complejo, franco y muy bien definido. La boca, amplia, fresca, seductora, con una encantadora sensación crujiente, aunque un tanino algo secante, tal vez de esa madera antes presente. Es un vino fantástico, muy disfrutable, aunque tal vez el menos profundo de la noche. 91/100

ECHEZEAUX 2008

 De entrada, Echezeaux se muestra hermético, mucho mas cerrado que su predecesor. A todos nos impresiona, parece que será un vinazo, que detrás de ese hermetismo guarda un as bajo la manga. Poco a poco va dando paso a lo que se espera de un esta parcela, entre Vosne Romanée y Clos de Vougeot: Especiado y muy profundo, nariz de frutas negras, arándanos, y especias orientales, cardamomo, jengibre y hasta algo de curry. Hay quien percibe mucho el toffe y una sensación dulzona, para mí están pero no destacan. La boca es lo que mas llama la atención; compacto, sólido y concentrado, potente, de buena acidez pero algo tánico tal vez, de remarcable persistencia. Una de las características esta noche es que los vinos estaban algo “nerviosos”, y todos fueron cambiando mucho a lo largo de la velada. Por desgracia, Echezeaux no reveló mucho más, y decepcionó un poco, y aunque era fantástico, no llego al nivel estratosférico que presagiaba. Al final, el as pareció casi un farol. 93/100

CLOS SAINT-DENIS 2006

  Llegábamos por fin a Morey, y a uno de los grandes vinos de Dujac, en una añada muy bien recibida por la crítica. La nariz era delicada, muy floral, de violetas y lavanda, de frutas rojas, pero esta vez aún por madurar de todo; grosellas, fresas del bosque y moras. Deja ver, luego de un tiempo en copa, notas cárnicas, algún cuero, también algún verdor, con un trasfondo de madera extraordinariamente bien integrada, difícil de percibir. La boca es muy delicada y fresca, sedosa, elegante y vertical. 92/100


CLOS DE LA ROCHE 2006
 
 Nos trasladábamos ahora solo unos metros, hacia el Clos de La Roche. Tengo que admitir que, pese a que eran dos de los vinos en los que tenía más expectativas, los 2006 me resultaron difíciles de interpretar, demasiado cambiantes. Tal vez estaban en un momento complicado, pero lo cierto es que no supe disfrutarlos como a los demás. La nariz del Clos de la Roche es expresiva, intensa y fragante. Un surtido abanico de frutos negros, especias como pimienta, que luego dan paso a eucalipto, balsámicos y algo de resina de pino. La boca es potente, muy amplia, de gran acidez y excelente tanicidad, es casi esférica, pero ahí te das cuenta de que algo falla; aquí percibí ciertos baches, algo descompensado, y pese a la gran sensación inicial, a la boca le falta algo de equilibrio. Tal vez en unos años, catado en un día fruta... 93/100


CHARMES CHAMBERTIN 2008
 
  De entrada sorprende mucho el color; mas amoratado y violáceo que todos los demás, hay quien dice que podría ser un pinot de nuevo mundo, o hasta un mencía berciana... o como mínimo, un vino de otro elaborador. Los aromas son dulzones, no tan maduros como en el Chambolle-Musigny, de bayas silvestres, frambuesa, zarzamora y cereza, con algún toque láctico. La madera también esta presente, pero es de fantástica finura, y una sorprendente integración. Sobrepuestos a la sorpresa del color, este Charmes es de los vinos de mayor elegancia y delicadeza aromática de la noche.
 La boca es muy amplia, la entrada maravillosamente fresca, pero su textura es algo rugosa y granulada, tal vez, apunta alguien, debido al terreno ferroso y arcilloso de la parcela. Una nariz muy atractiva, que me enganchó, para soltarme luego con su textura. Y aún así, lo que buscábamos. Defectos, tal vez, pero puro Terroir.  92/100


VOSNE-ROMANÉE 1er CRU AUX MALCONSORTS 2008

   Nos aproximamos, por fin, al pueblo mas destacado de la Côte de Nuits. Vosne- Romanee, donde se encuentran dos de los pagos más míticos del mundo, los monopoles La Tâche y Romanée-Conti. Pese a ser un 1er Cru, la profundidad del mismo, como buen vino de Vosne, es indudable. Además, estamos hablando tal vez del viñedo mas destacado del  Vosne 1er cru,  vecino al sur del mismísimo La Tâche. Especiado, con notas de pimienta, es el primero y único que desarrolla marcadas notas minerales, frías, calizas. Frialdad que no opaca las frutas negras, pero que, afilada, hiela y emociona. Pasado en tiempo en copa, es algo húmedo, con notas de salazón, algo menos expresivo que al principio. La boca es muy amplia, exuberante, plena, es un vino que llena toda la boca. De gran persistencia y opulencia, y aún así en equilibrio. 94/100


 BONNES MARES 2007

 Este último vino era especial para mí,  ya que nunca antes había probado un Bonnes Mares, y sentía mucha curiosidad. Es una parcela grande y muy fragmentada, dividida entre Morey y Chambolle, aunque la mayor parte se encuentra en este último. Aún así, los vinos no suelen ser ni tan sutiles y ni tan delicados como el típico Musigny. Voy a catarlo al fin, pero Bonnes Mares se resiste, rebelde; es el único que muestra notas reductivas, fruto tal vez de una añada algo difícil, 2007, de la que por desgracia no tenemos otra representación en la cata para comparar. Profundo y denso, asoman en un principio aromas de frutas negras como cassis y arándano. No olvidemos que todos los vinos de la noche son aún jóvenes y mantienen su carácter frutal, y se ha de agradecer que una de las características de los vinos de Dujac es precisamente que pueden disfrutarse cuando aún son jovenes. Pero volviendo a este Bonnes Mares, aquí hay notas mas bajas, húmedas, de setas, y hasta ma aventuraría a decir trufas. Cuando se abre un poco, se eleva, levita, cambia su registro a lavanda, eucalipto, multitud de flores, canela, y ahumados. Se engrandece. Es el que se expresa más lentamente, va de menos a más, sin prisa pero sin pausa.  La boca, redonda, fresca, con mentolados, y un tanino de raza y carácter, que le confiere fuerza, y una gran persistencia. La espera había valido la pena, ahora a probar más, para comprobar si son como éste…95/100

Los vinos, aunque en una noche difícil, eran fantásticos, había que saber ver su autenticidad, la personalidad de un Terroir como solo en Borgoña puede expresarse. ¿Aprendimos, como intentábamos, a diferenciar diferentes parcelas? ¿Habíamos percibido las características que se presuponen a cada uno de estos Crus? Al final, catamos a ciegas un Domaine D’Eugenie Echezeaux 2006, a ver si podíamos reconocer algo de alguna de las parcelas. Fracaso total. Pero no importa, ya que sí aprendimos mucho. Y al final, Borgoña es un mundo tal complejo, que por eso nos fascina.
Queda tanto por descorchar….


jueves, 2 de febrero de 2012

Primera entrada


Bienvenidos a la primera entrada de este blog.
Os cuento a todos que la idea del mismo viene desde hace tiempo, fruto de mi necesidad de profundizar mi relación con el mundo del vino, y de la satisfacción que me produce escribir sobre el mismo. Pasaron los meses y por fin la idea tomo la forma que ahora veis. Y, después de reflexionar sobre el nombre del mismo, llego la hora de decidir cual sería el tema de esta primera entrada, o cual sería el primer vino que comentaría aquí. Después de pensarlo un poco, lo vi bastante claro; Por donde empezar sino por:



Jiménez – Landi El Fin del Mundo 2007

 Recuerdo muy bien la primera vez que probé este vino; Hace unos años recibí una invitación a una cata de vinos de una nueva bodega de Méntrida: Jiménez – Landi, de la que yo conocía dos vinos, Piélago y Sotorrondero. Pensaba que era la oportunidad de probarlos junto a su elaborador, y fuí sin pensarlo. Me sorprendí al ver que se catarían cinco vinos; los mencionados, y tres novedades: Cantos de Diablo, Fin del Mundo, y una colaboración con el inquieto Raúl Perez, El Reventón. Me entran ya desde la etiqueta, donde se lee “Daniel Gómez Jiménez Landi, Viticultor”. Lejos de Enólogos estrella y “Flying Winemarkers”, toda una declaración de principios, identificándose como alguien asociado íntimamente con la tierra que trabaja. Esa noche conocí a Dani Jiménez Landi, y descubrí una persona divertida, joven, entusiasta, pero sobre todo comprometido con su idea, de vinos con tipicidad y personalidad, ligados a su origen.
 Sus vinos provienen de tres diferentes parcelas, clarísimamente diferenciadas entre sí, de garnachas frescas y elegantes, de viñas de más de cuarenta años, de personalidad arrolladora. Aquella noche me quede sobre todo enganchado a El Fin del Mundo, sin duda el más borgoñón de los tres. Tiempo después, llegaron las puntuaciones de Peñin, Parker, y Dani Jiménez – Landi y sus vinos se convirtieron en la sorpresa más interesante del panorama vinícola español. Y la Sierra de Gredos, en una de las zonas emergentes de mayor relevancia gracias al pionero Telmo Rodríguez, y a los interesantísimos Bernabeleva y Marañones, que junto a Dani forman el proyecto Comando G.

2007 es la primera añada de este Fin del Mundo, y la única embotellada con ese nombre, ya que a partir de 2008 pasa a llamarse “The End”. Proveniente de parcelas de suelos arenosos – graníticos, de orientación norte y a una altura de 750 metros, características que, pese al clima caluroso de la región, auguran frescura.

 Guardé esta botella de 2007, ya que sentía gran curiosidad por ver como evolucionaría. En febrero de 2012, en cuanto lo descorcho, el vino esta muy tímido, cerrado y hermético. El color sigue siendo picota, con poca capa, recordando tal vez a un pinot noir del nuevo mundo. Me sorprende ver algún precipitado, pero nada de que preocuparse, simplemente, para mantener sus características intactas, el vino no fue flitrado. Luego de dos horas, las frutas van asomando; frambuesa, fresa del bosque, grosellas, algo de cassis. Y sale el carácter mineral y frío que lo caracteriza; granito, pedernal. La agricultura es biodinámica, y se fermenta con raspón, lo cual se percibe en forma de balsámicos y algún verdor. Cinco horas después de abierto, comienza a desplegar su embrujo de hierbas aromáticas, que por fin nos transporta a la sierra, con la garnacha como vehículo: romero, tomillo, enebro, y desarrollando un abanico frutal distinto, mas maduro, dando lugar a arándanos y moras, tal vez hasta en mermelada, algo de cacao, y  el etéreo punto mineral aún de fondo. Pero no nos confundamos; sigue siendo un vino sutil, en el cual se ha de bucear para conocer su esencia. Todavía reservado en su conjunto, sin dejar de ser agreste. 



 En la boca es sabroso, intenso. Tiene un verdor típico del raspón, pero el tanino esta pulido, el paso sedoso, equilibrado, y una sensación algo cálida y alcohólica compensa su estructura ligera. La acidez, fantástica, vivísima, me hace pensar en un clima mucho mas frío que el de la provincia de Toledo. Es amplio y deja una sensación algo secante, que rápidamente se calma con el siguiente sorbo, fresco. Desaparece de mi paladar lentamente, devolviéndome, por desgracia, a mi mundana Badalona.

 A esta garnacha  pura, tan pulida, tan franca, compleja, le quedan aún algunos años vida en botella. El Fin (Del Mundo) está aún por llegar.   86/100